El espíritu irreverente y desmitificador de Wilde, esteticista y decadentista finisecular, representa un desafío conceptual y escénico que Magia a asumido en puesta que veremos a partir de este jueves en el teatro Británico.
Oscar Wilde cumple noventa años de muerto, y coincidentemente el grupo de teatro Magia acaba de concluir los ensayos de su obra de creación colectiva ‘’La Importancia de ser honesto’’, que estrenará este jueves en el Teatro Británico, y que, a no dudarlo, constituirá una de las puestas mas polémicas en lo que va del año.
El mensaje, basado en la vida del propio Wilde y en la representación autónoma de sus personajes, cierra la trilogía que el grupo inició en 1987 con ‘’La fiesta’’, recreación entorno a ‘’El abanico de Lady Windermere’’, y ‘’Salomé’’, dos de las piezas paradigmáticas de la producción wildeana.
Ciertamente, la dislocada existencia del gran esteticista y decadentista irlandés, signada a fuego por el escándalo y la recusación, ha provisto a Magia de un inusitado pretexto teatral para practicar una lectura psico-sociológica de a realidad peruana en la hora actual. Para ello se ha debido sintetizar la experiencia vital y el trabajo concreto de Wilde en un producto estético que corporizara el espíritu iconoclasta y la cáustica mordacidad de su obra. El referente textual que sustenta y da organicidad a la obra de Magia es la pieza ‘’El crítico como artista’’, punzante y admirable ensayo en el que Wilde propone el tratamiento sin ambages de problemas éticos y morales de puntuales alusiones a su entorno.
Sobre las tablas del Británico, Magia expondrá, re-creados y representados desde una perspectiva localista, a los personajes más relevantes de la dramaturgia de Wilde, así como sus concepciones y actitudes.
José Carlos Urteaga, seleccionador de los textos y director de la puesta, opina que éste es el montaje más notable de la trilogía pues, a diferencia de los anteriores que tenían referencias muy concretas a ciertos signos de la obra de Wilde, en éste la inclusión protagónica del propio autor y el desarrollo de sus propuestas estéticas amplía considerablemente el trabajo crítico revelado en escena.
Para él la vigencia de las tesis de Wilde, trasgresor eminente de lo establecido, es sólida y universal a grado tal que, por ejemplo, pueden ser aplicadas críticamente a nuestra doliente realidad.
A fin de cuentas, Wilde dejó a la posteridad no sólo un legado literario importante (no en balde la crítica coincide en señalarlo como la máxima encarnación del arte fin de siécle y culminación estruendosa de un siglo de literatura controvertida), pero su principal testimonio es el de la autenticidad de su palabra. Una virtud poco conocida es esta abrupta geografía humana.
Por Javier Monroy Cervantes
OIGA, 17 de septiembre de 1990